lunes, 29 de octubre de 2007

Reflexion del Evangelio de Monseñor Pastor Cuquejo, Arzobispo de Asuncion

'¡Oh Dios, ten compasión de este pecador: (Lucas 18,9 - 14)

Cuando una persona pide algún favor. con humildad ese favor es respondido con facilidad. Pero cuando alguien exige un favor con prepo­tencia, entonces el favor es denegado o se le otorga de mala gana. Este es un ejemplo bastante repetido que nos muestra la diferencia entre la per­sona humilde y aquella marcada por el orgullo y la soberbia. Muchas ve­ces caemos en la tentación de reclamar de Dios algún favor con una acti­tud, que a la larga, no nos permite comunicamos con El. Por eso, la Virtud de la humildad es tan importante para comunicamos con Dios, quien está dentro de nosotros y entre nosotros, y no lejos como pensamos muchas veces. La oración humilde es la puerta abierta para ese encuentro amoro­so con Dios, ya que la prepotencia, el orgullo, la soberbia no solamente obstaculizan esa relaCión abierta y amorosa, sino que cierran la puerta que nos comunica con El. Vemos en la parábola del fariseo y el publicano que Jesús nos recuerda que la oración del publicano fue reconocida por Dios y -la del fariseo quedó encerrada en la propia vanagloria de éste.

Esta parábola debe ser de gran ayuda en la relación de padres e hijos, porque los padres deben ser los primeros en establecer esa comunicación sincera y humilde hacia los hijos, de tal modo que éstos se sientan atraí­dos por sus progenitores. En la comunicación sincera y humilde se resuel­ven muchos problemas que de otro mqdo no tendrían solución.

De hecho, toda relación debe ser como una oración humilde entre dos per­sonas que se comunican. Porque comunicarse es el caminar juntos para con­cordar, acordar y resolver tantas situaciones humanas que parecen imposibles de solucionar. Por experiencia sabemos que el orgulloso y el que se vanagloria termina por comunicarse consigo mismo sin poder entrar en relación con las demás personas. Ello dificulta el caminar juntos para realizar el bien.

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